lunes, 31 de marzo de 2008

LIBERTAD, IGUALDAD Y CARLABRUNIDAD

Las revoluciones siempre sirven para algo. En Francia, por ejemplo, para perder la cabeza. Si la revolución es social, a las que se llaman Antonieta le sale un sospechoso sarpullido en el cuello en forma de línea de puntos. Y si la revolución es sexual, italiana y con cuerpazo de modelo, al que se le va la cabeza es al mismísimo presidente de la República. Entre la toma de la Bastilla y la de la pastilla (color azul viagra), median poco más de dos siglos y una “grandeur” francesa que se podría resumir en un pequeño hombre de puntillas intentando hacérselo con la primera dama, o con la segunda, que Cecilia también cuenta. La cumbre anglofrancesa de ayer supuso la consagración de Carla Bruni y de Camila Parker como auténticas magas del braguetazo de altísimos vuelos. Sólo de pensar que el destino de dos potencias como Francia e Inglaterra podría depender en un futuro no muy lejano de cómo les vaya en la cama al Príncipe Carlos y a Nicolás con sus respectivas, pone los pelos de punta. Bueno, a Sarkozy seguro que se le pone de punta algo más que los pelos. Pero es que la Bruni es mucha Carla, y hasta el duque de Edimburgo ha perdido el lapo escocés (perdón, la flema británica) en su encuentro con esta mujer que, ciertamente, se parece muy poco a su graciosa majestad. Por cierto ¿dónde tiene la gracia su majestad?

1 comentario:

Paco Núñez dijo...

¡Qué bueno! Es que la Bruni está de toma pan y moja. UN ABRAZO.